Por fin ya tengo a mi perro, Mike. Ayer no escribí ninguna entrada, porque los instructores nos pedían que estuviésemos todo el rato con ellos, en el suelo, en la silla, pero siempre cerca de nosotros con la correa.
Es un labrador negro, de ojos azules y pesa 26 Kg.
Cuando llegó la hora de entregarnos al perro, unos cinco minutos antes, vinieron la instructora y el intérprete para recoger mi correa y traer así al perro.
En ese momento te dicen el nombre del perro y te piden que te sientes en la silla que está al lado de la cama, y que esperes hasta que vuelvan, que ellos abrirán la puerta, aunque piquen antes.
Cuando me lo trajeron el perro estaba muy nervioso, y intentaba subirse en los sofás y rascaba su cama.
Al cavo de una hora de estar con el, me vinieron a buscar para hacer una ronda de paseos con la correa por los pasillos, con el perro en gild (junto).
La instructora todo el rato me iba pidiendo que comparase a este perro con el de ayer, el que tiraba tanto “You”.
Y bueno, yo le comenté que era muy diferente, que este perro estaba atento a mí, y que el de ayer solo me prestaba atención con tirones.
Entonces fue cuando me dijeron que era el mismo perro. Y que solo con diez minutos de correa del día anterior ya me lo había ganado.